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El Trauma de La Bondad


Hoy en día podemos encontrar en el ámbito de la neurociencia y la neurobiología una discusión sobre la naturaleza del ser humano, entre la estructura genética del egoísmo en el genoma humano y las bases en el cerebro que generan la idea de la bondad como una cualidad innata humana.

Si lo pensamos con detenimiento tal vez la tesis sobre el egoísmo humano suene a una verdad más sencilla de comprobar, inclusive puedes pensar en varias experiencias que has vivido que demuestran como las personas son egoístas y se han alejado de toda demostración abierta de bondad; pero esto es una explicación que puede parecer muy simplista a mi parecer; existen elementos que estamos olvidando, como son la historia personal y sobre todo las experiencias traumáticas de estas personas, que podemos ver como “egoístas”, es cierto que nuestro organismo guarda un elemento de supervivencia y búsqueda de placer como un elemento instintivo, pero esto es solo un elemento de nuestra predisposición genética, ya que también podemos ver la simpatía o empatía por los demás como algo que sucede normalmente en el cerebro de todas las personas, inclusive en los sociópatas o psicópatas; lo único diferente es el tipo de empatía que se genera. Mientras la mayoría de las personas ante el dolor de un tercero activaríamos a través de nuestras neuronas espejo, las zonas de dolor (haciéndonos sentir el mismo dolor), los psicópatas y sociópatas pueden entender cognitivamente nuestro sufrimiento, pero no se genera un reflejo del dolor y el sufrimiento que estamos viviendo; por lo tanto, si son empáticos, pero sin una conexión que busque ayudar a aliviar el sufrimiento que siente al vernos sufrir.

¿Qué puede llevarnos a no desarrollar la bondad?

Básicamente algo que llamaremos trauma, es decir; un suceso en nuestra historia personal que nos impacta en nuestra mente y biología, de tal manera que el evento se percibe como algo que ponen en peligro nuestra vida y que dispara una serie de reacciones internas de estrés (carga aleoestatica) basadas en descargas de Adrenalina, cortisol y noradrenalina (eje HPA) y la desactivación de zonas prefrontales, nuestro cerebro entra en un modo de supervivencia y desarrolla 4 conductas:

  1. Atacar (física, verbal, Psicológicamente… etc.)

  2. Huir (evitar, correr, alejarse… etc.)

  3. Inmovilización (hacerse al muerto, no responder, demasiada ansiedad o tristeza para actuar)

  4. Sexualidad (desde el acto de buscar amigos, pares o una pareja hasta el acto sexual para reducir la fuente de estrés).

Estas conductas aparecen ante la activación de algo que se llaman Amígdalas cerebrales, que son las encargadas de disparar la señal de alarma y reducir la energía de las áreas más evolucionadas y entrar en modo “primitivo de supervivencia” o “secuestros amígdalares”. A la parte del cerebro que genera estos estados se le conoce como cerebro límbico.

Cuando entramos en estos modos de “secuestro amigdalar” la información que recibimos de nuestros sentidos es tan rápida que se producen algo llamada “conexión de una sola vía”, es decir el cerebro procesa tan rápido la información que no utiliza todas las conexiones si no que la información tiene el sentido de urgencia y entonces perdemos cerca del 50% de la información que recaba nuestros ojos y oídos, por lo tanto la información que se pierde es suplantada con experiencias de nuestro pasado, sobre todo de tiempos pre verbales (antes de poder utilizar el lenguaje para explicar lo que sentíamos), es decir de otros eventos traumáticos de nuestra infancia, por lo tanto nuestras respuestas pudieran parecer exageradas o sin sentido pero en realidad nuestra reacción es el resultado de no poder evaluar de manera correcta lo que está pasando y de traumas sin resolver.

Cuando hemos vivido suficientes experiencias “traumáticas” que activan nuestro cerebro límbico y desatan un secuestro amígdalar; nuestro cuerpo vive en un estado de alerta que nos aleja de poder activar las zonas de Bondad y tranquilidad. Nuestro cuerpo y mente piensan que el estado perfecto para protegernos del mundo que es una fuente de “estrés” continuo es el “secuestro amígdalar”, por eso cuando empezamos a sentir la tranquilidad, la bondad; el cuerpo puede reaccionar con estrés y activaciones biológicas de peligro; pudiera parecer un rechazo, pero en realidad es una defensa ante un cambio necesario.

Sentir bondad puede llevarnos a activar las zonas amigdalares, pero no en un sentido de defensa, si no de movilización para aliviar el sufrimiento que vemos, en este caso el nuestro.

Te invito que notes estas activaciones de tu cuerpo como un indicador de que ha empezado a activarse las zonas de bondad, tranquilidad y recuperación emocional de tu mente, cerebro y cuerpo.

¿quieres practicar tu bondad? inscribete al curso online gratuito da click aqui

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